Un dato sorprendente: a cuántos bebés anotan con el apellido de su mamá primero

La crítica – 9 de abril de 2022

A la clásica pregunta de “¿Por qué me pusieron este nombre?”, ya la acompaña otra “habitual”: “¿Por qué no me pusieron el apellido de mamá?”. Y a futuro puede que se sume una nueva: “¿Por qué no me pusieron el apellido de mamá primero?”. Por ahora, no pasa.

La tradición de dar a los bebés el apellido materno en primer lugar es cada vez más común en los tiempos modernos. Aunque tradicionalmente ha prevalecido la práctica de utilizar el apellido del padre, se está produciendo un cambio, y muchos padres están optando por dar prioridad al apellido de la madre a la hora de poner nombre a sus hijos. La decisión de anteponer el apellido materno suele ser una elección personal en la que pueden influir diversos factores. Algunas familias optan por este orden para enfatizar el linaje materno, promover la igualdad de género o simplemente porque les parece más estético. En algunas culturas, anteponer el apellido materno es una tradición arraigada. Esta elección puede ser una forma de honrar la historia familiar de la madre, preservar prácticas culturales o desafiar las convenciones tradicionales sobre los nombres, lea también aquí: https://moscardtigre.com/category/articulos-julian-ruiz/.

Los registros civiles, clínicas y hospitales hoy en día son lugares donde se toma más de una decisión con recién nacidos en brazos. Hay diversas definiciones relacionadas al apellido. Y a uno en particular: el materno.

Si nos ajustamos sólo al género femenino, hay madres solteras; hay madres que eligen poner sólo sus apellidos aunque haya un padre; hay dos madres; están las que ponen su apellido junto al del padre y, mejor dicho, después que el del padre. Y las que no lo ponen.

Todo cambió y si bien cada vez es más fácil escuchar la dupla ​de apellidos detrás del nombre de los bebés, lo que sigue sin marcar tendencia es que el materno esté adelante.

Las últimas estadísticas del Registro Civil porteño muestran que el 45,17% de los bebés que se inscriben en la Ciudad llevan sólo el apellido del padre. El porcentaje es muy similar desde 2019. Pero también, cuando se anotan con ambos apellidos, casi siempre llevan el del padre primero: fueron el 43,65% de los nacimientos este año.

Apenas 2 de cada 100 recién nacidos que se inscribieron el año pasado en la Ciudad fueron anotados con el apellido de la madre adelante. Y casi 6 de cada 100 sólo llevaron el apellido de la madre, pero por cuestiones de no relación o inexistencia de padre. El resto corresponde a otros casos.

A nivel nacional, el porcentaje es mayor. De acuerdo a datos del Renaper, pero en este caso sumando dos años, 2020 y 2021, de 1.035.000, el 9,4% tuvieron “apellido materno y paterno compuesto, y el materno primero”.

A la hora de anotar a un bebé, entonces, sigue, “muy firme”, la percepción de que el apellido del padre debe ir “sí o sí” y “primero”.

¿Tradición? ¿Costumbre patriarcal? ¿Falta de interés en el cambio? ¿Miedo a que complique en cuestiones administrativas o jurídicas? ¿Por qué no se elige el apellido materno como el primero?

Clarín consultó a especialistas en Derecho de Familia y Género, para entender el entramado de vínculos detrás de una decisión que ya no se se toma una sóla vez.

Es un problema de hábito. En nuestro hábito cultural se usa, en general, un sólo apellido. Esa rutina está basada en la mayor jerarquización del padre. Recién ahora está empezando a aparecer el uso de dos. Y en ese caso, se agrega el materno en segundo lugar”, dice Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM).

Hábito o peso de la cultura patriarcal, son poquísimos los bebés que reciben primero el apellido de su mamá. Foto Shutterstock

¿Por qué aún tan pocas personas se agregan luego el apellido de la madre? “Lo hacen muy pocas, y menos aún se hace el cambio de que el de la madre vaya adelante. No hay una paridad. Esto es interesante para plantear, en la medida que se quiere reconocer el apellido de la madre en primer lugar. Para esto hay que hablar, difundir y analizar. Porque, entre el desconocimiento y la pauta habitual, manda el hábito”, agrega Bianco.

Si sólo hay que adicionar el apellido materno, no hay que judicializar el pedido, pero si lo que se pide es modificar el orden o suprimir uno de los apellidos, hay que recurrir a la Justicia.

La fuerza de la costumbre

Los cambios más sustanciales sobre el apellido materno tienen fecha: agosto de 2015, cuando entraron en vigencia las reformas del Código Civil y Comercial. Hasta ese momento, el que siempre iba en primer lugar era el del padre. Y, si se lo expresaba de manera concreta, recién cuando la persona tenía 18 años podía agregarse el materno.

“Ese régimen, absolutamente patriarcal, tenía su fundamento en una época en la que se entendía que no podían llevar el apellido de las madres porque eran personas sobre las cuales cabía una gran cantidad de limitaciones. ¿Cómo podían ponerles sus apellidos si a duras penas tenían libertad para llevar adelante unos pocos actos, siendo necesario tener que pedir o contar con la conformidad del marido?”, explica Marisa Herrera, doctora en Derecho, docente, y especialista en Derecho y familia.

A siete años de que se alcanzara el principio de igualdad, ¿por qué se sigue eligiendo usar primero el paterno? “Una cosa es la ley, pero aún ‘la fuerza de la costumbre’, de la cultura, se hace sentir, y por eso la mayoría de quienes nacen en el marco de parejas heterosexuales (casadas o no, algo que no interesa por el principio de igualdad de derechos de los hijos matrimoniales y extramatrimoniales) prima el apellido paterno como apellido único“, dice.

Herrera dice que las parejas del mismo sexo “no están marcadas por la cultura patriarcal de que el hombre marca el camino en algo tan básico y central como es el apellido en términos identitarios”. Pero en las otras, “en pocas oportunidades” se decide de común acuerdo entre los progenitores “el apellido único de la madre o el apellido de ambos ya sea colocando en primer lugar el del padre seguido el de la madre o, más excepcional aún, al revés”.