En los medios

Matrimonio infantil en la Argentina: el drama silenciado de una de cada diez adolescentes

Medio: Clarín – Zona

Fecha: 12.03.2017

 

Datos oficiales. Los casos de niñas esposas de entre 15 y 19 años aumentaron aunque están invisibilizados. Hay familias que entregan a sus hijas ante la pobreza. Niegan que sea un fenómeno cultural. La violencia se esconde en estas relaciones.

 

Por Silvina Heguy

 
Cuando Nancy Elizabeth Lastra consiguió trabajo a los 15 años en la casa de Rodolfo “Fito” Ferreyra nunca pudo imaginar que el final sería la tragedia. El tenía 42 años, 27 más que ella, y estaba casado. Al poco tiempo dejó a su mujer y con Nancy tuvieron cuatro hijos: Santiago (3), Verónica (9), Marcos (11) y Luciana (12). La última noche de la familia de Santiago del Estero fue la del 20 de febrero pasado cuando Ferreyra volvió a su casa para matar a Nancy y a los cuatro chicos. El femicidio engrosa la larga lista de este año, pero hubo un dato que pasó como si no tuviera importancia: la edad de iniciación de la relación. Nancy fue una niña concubina, tenía 15 años. Y no fue ni es la única en la Argentina. Más de una de cada diez adolescentes de entre 15 y 19 años ya ha iniciado una unión conyugal. El dato quedó registrado en el Censo Nacional de 2010, pero nadie lo subrayó hasta fines del año pasado cuando la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM) puso la lupa en las edades de los adolescentes y su estado civil.

 

Las cifras entonces fueron claras. Según el informe de FEIM, en la Argentina hay 341.998 menores casados o conviviendo, dos mujeres por cada varón. El Censo de 2010 lo registró así: 317.507 adolescentes entre 14 y 19 años estaban en pareja y 24.491 casados. Casi el 9% de esa franja etaria. Las mujeres unidas en algunas de estas dos formas eran 230.188, representaban el 68% del total y duplicaban al número de varones.
El estudio “Situación del matrimonio o convivencia infantil en Argentina” al comparar con otros censos detectó un aumento de estas uniones. El número de chicas de entre 15 y 19 años que ya habían iniciado algún tipo de unión (es decir que no eran solteras) había descendido levemente de 1991 a 2001 para volver a aumentar en 2010. El resultado fue que más de una de cada diez adolescentes entre 15 y 19 años ya había iniciado una unión conyugal cuando se hizo el Censo 2010. El dato también lo confirma el estudio “Avatares de las familias argentinas: Evidencias a partir del Censo 2010” de Georgina Binstock, quien concluye que, a partir de la década de 1990, en la Argentina las uniones consensuales o no matrimoniales pasaron a ser la modalidad más frecuente de formación familiar entre los más jóvenes.

 

“En realidad, casados legalmente son muy pocos porque la ley lo prohíbe para los menores de 18 años. Si bien pueden conseguir la autorización de los padres o el representante legal es menos frecuente que esto ocurra (aunque hay casi 24.000 casados legalmente) mientras que la convivencia no requiere nada, por eso hay más”, explica Mabel Bianco, médica, máster en salud pública y directora de FEIM.
“El número de matrimonios infantiles o de parejas con un menor en la Argentina es muy importante y grave. El problema más grande es que está naturalizado. No lo ven ni los funcionarios ni los pediatras ni los obstetras que atienden a las adolescentes embarazadas, ni los maestros. Parece insólito pensar en matrimonio infantil en la Argentina, pero existe. Es un fenómeno significativo y hay que ponerlo en evidencia para prevenirlo porque trae aparejado graves consecuencias como la pérdida de derechos de los chicos, el abandono escolar. Es una realidad que no se espera para una niña o un niño, pero que existe”, remarca Fernando Zingman, médico especializado en pediatría y adolescencia de UNICEF Argentina.
Si el prejuicio niega la existencia de las “niñas esposas” en la Argentina, en el caso en que se lo acepte se limita a una zona, el norte del país por lo general y se explica bajo el paraguas de “cuestiones culturales”. Los datos oficiales demuelen estas creencias. En cantidad son más los matrimonios o convivencias infantiles en la provincia de Buenos Aires (38,5%); después el porcentaje se reparte parejo entre las otras provincias. Aunque el fenómeno se da más en el norte y sobre todo en las zonas rurales, en la Ciudad de Buenos Aires es también una realidad. Según la Encuesta Joven de 2014 realizada por la Dirección de Políticas de Juventud, el 79,9% de los jóvenes de 15 a 19 años son solteros; el 4% casados; el 15,6% unidos de hecho y menos del 1% ya están separados o divorciados.

 

“En Tartagal y sus alrededores tenemos un gran problema. Muchas familias, al no poder mantener a sus hijos, entregan a hombres mayores de la misma comunidad a sus hijas para que las mantenga y por ende se forma una familia entre comillas”, dice Isabel Soria, que dirige la Fundación Volviendo a Casa, que lucha contra la trata de personas en la frontera norte de Argentina con Bolivia.

 

“No hay nada que diga que el matrimonio infantil es un fenómeno cultural -insiste Soria-. Es un delito. Las mujeres caciques -que han comenzado a aparecer- cuentan que no es una tradición dentro de las comunidades de los pueblos originarios”. Según los datos que recolecta en sus visitas, las niñas en su gran mayoría están teniendo hijos entre los 12 y los 16 años. “De 4.000 nenas, 1.500 están en esa condición. Muchos quieren plantearlo como un tema cultural y no lo es. Tanto el gobierno provincial como el nacional intentan prevenir con programas, pero el aislamiento y la distancia a estas comunidades es un problema, nos encontramos con una niña concubina cuando llega a parir en los hospitales”, cuenta. La situación es muy difícil, según Soria, porque se da dentro de un marco de extrema pobreza. “Cada vez son más las niñas esposas y el número explotó hace apenas 5 años cuando comenzó a ser un tema recurrente”.

 

Zingman, quien recorre las zonas rurales argentinas para prevenir el embarazo adolescente y desnaturalizar el abuso sexual en menores, también remarca que el matrimonio infantil no es una cuestión cultural sino una práctica relacionada con la pobreza, con la falta de acceso a la educación. “Una chica educada tiene autonomía y es capaz de emitir sus opiniones”, dice. También denuncia como Soria que existe entrega de niñas a hombres mayores ante situaciones de pobreza extrema de las familias y también suicidios adolescentes relacionados con esta práctica en la que el abuso y la violencia es un componente mayoritario.

 

Daniel Segovia es presidente del Consejo Nacional de Políticas Indígenas (CNPI) y conoce esta realidad en directo. En Salta, en la zona que rodea a General Mosconi y Tartagal, asegura que hay unos 20 niños o niñas menores de 15 años que están en pareja con adultos. Hace menos de un mes un varón de 13 años, quien convivía con una mujer de 22 años, se suicidió. “El niño se creía mayor, trabajaba, sufría porque un grupo de su edad lo hostigaba, tenía un hijo y evidentemente no pudo con esa realidad. Se ahorcó”, cuenta. Segovia asegura que este tipo de casos han crecido en el último tiempo.

 

En general, “esta convivencia no la eligen las chicas ni los chicos sino que se les impone las circunstancias en las que viven. Por eso, en sí misma, es una forma de violencia”, agrega Bianco.Y enumera otros efectos negativos: en general abandonan la escuela. “Los varones porque empiezan a trabajar para sostener a las esposa. Las chicas porque tienen que hacer las tareas domésticas y muchas porque quedan embarazadas. Esa menor escolaridad lleva a estos adolescentes a perpetuarse como pobres ya que sus posibilidades laborales serán de empleos precarios y de bajos salarios”.

 

Bianco señala el caso de Nancy, que comenzó la relación con su femicida a los 15 años y con 28 años de diferencia de edad entre ellos, como un ejemplo de vulnerabilidad y violencia que terminó de la peor manera.

 

Si bien el Censo 2010 no diferencia las edades de los concubinatos de menores, si se cruza los niñas esposas con la edad de los jefes de hogar se puede inferir que la diferencia predomina. En promedio, las niñas convivientes lo hacen con hombres de entre 15 a 20 años mayores a ellas.

 

“La violencia aparece muchas veces en este tipo de relaciones con tanta diferencia de edad”, afirma Bianco. Una prueba es que la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema desde 2009 hasta el año pasado recibió 197 denuncias de menores de 18 contra sus concubinos, esposos o ex parejas. Entre ellas hubo un caso de una niña de 14 años. Una niña esposa de la Ciudad de Buenos Aires.

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