Opinión

Pobreza, desigualdad y salud: un análisis desde el género

Diario PERFIL, Defensora de Género

DOMINGO 27 de JUNIO de 2021

Es necesario entender que la salud es el completo bienestar físico, psíquico y social, por eso en tiempos con altos niveles de pobreza como los que teníamos y que incrementó la pandemia, la salud es casi imposible de alcanzar. En Argentina, los datos de pobreza alcanzados son alarmantes y siguen creciendo, como se informa en la nota en la sección Política el sábado pasado en PERFIL. Pero debemos señalar que la pobreza no se distribuye por igual: las mujeres, la niñez y las personas Lgbtqi+ son las más afectadas.

Dijimos antes en esta columna que la desigualdad es una característica de los países de la región, que crece en Argentina y se profundiza desde hace años por el modelo productivo y de redistribución inequitativo de la riqueza, que concentra en un 10% de la población la mitad del producto nacional, y el grueso de los sectores con menores ingresos comparten alrededor del 5%. Esto es motivo de inestabilidad social pero además afecta la salud en su concepto integral.

Por eso, cuando frente a la pandemia se plantea la falsa opción de privilegiar la salud o la economía se comete un error porque no son independientes. Tenemos que entender que con altos niveles de pobreza como los que tenemos en el país no es posible pensar en tener salud. Por eso, se debe tratar de disminuir al máximo lo que la afecte aun más de lo que está afectada por la pobreza.

Además, si por salud solo entendemos no morir, es algo que debe aclararse, porque eso es solo evitar el desenlace peor de la enfermedad. En ese caso, nuestro objetivo es evitar el mal mayor. Pero entonces lo que evitamos con las medidas para mantener la vida se nos escapa por el impacto de la economía.

Estos dilemas son los que se viven en todo el mundo frente a la pandemia. Esto no nos exime de no extremar la consideración de las intervenciones y ser muy cuidadosos en su adopción. Por eso se requiere un enfoque multicausal que enfrente la atención de la pandemia evaluando y considerando las distintas causales y cómo, al Intervenir en una, se debe considerar el impacto en las otras.

Este enfoque multicausal y multisectorial exige enfrentar las distintas causales articuladamente para que, ante las intervenciones sobre una de ellas, por ejemplo mantener la salud frente al virus, evaluemos en qué medida esto afecta a las otras, por ejemplo los ingresos de las personas, y así moderar o disminuir los efectos negativos. Pero en términos de salud, también hay que dimensionar la salud mental, que además impacta en forma diferente en las distintas etapas de la vida y en los distintos géneros.

Necesitamos una mirada más amplia, y esto es lo que no vemos.

Como las mujeres predominamos en el sector informal del trabajo, sin los beneficios de la seguridad social ni otras formas de protección social es necesario atender la forma de superar esto frente a las medidas de aislamiento y/o distanciamiento social y las restricciones en el transporte público. Porque el deterioro que la falta de ingresos produce genera una discriminación que no es atendida y que debe considerarse.

Para esto, la solución no es la IFE ya que muchas personas no cumplen los requisitos para obtenerla y por tanto no la pueden cobrar y, además, porque quieren trabajar y conservar sus trabajos pasada la pandemia. Ese enfoque es el que no vemos y nos preocupa. Sabemos que resolverlo no es fácil pero se debe considerar. Esto, al igual que para las personas de la diversidad, es imperioso. Esa perspectiva es la que necesitamos que urgentemente se empiece a adoptar.

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