La cara invisible de la violencia de género
Diario PERFIL, Defensora de Género
DOMINGO 14 de MARZO, 2021
La denuncia de la persistencia y aumento de la violencia de género fue el principal reclamo que escuchamos en las múltiples y diversas celebraciones y manifestaciones del Día Internacional de la Mujer. Aún seguimos conociendo estudios realizados sobre las diferentes discriminaciones y datos de mujeres asesinadas o gravemente heridas por sus parejas o ex parejas.
Frente a esto existieron múltiples propuestas desde el gobierno nacional y provinciales, de otras instancias institucionales gubernamentales, desde las organizaciones de mujeres y defensoras de derechos de las mujeres, de empresas privadas, en fin, de toda la sociedad. Los ecos de estas manifestaciones continuarán este mes, aunque se van a ir apagando y es muy posible que en unas semanas ya sigan las noticias y expresiones habituales.
Que de esas promesas y bien intencionadas manifestaciones solo quede eso, la expresión de buenos deseos e intenciones, pero todo siga igual: que continúe la discriminación y que las mujeres y niñas en situación de violencia de género permanezcan desprotegidas sigan muriendo o siendo gravemente lesionadas. Lesiones que pueden ser visibles o no. Porque uno de los problemas es que no todo lo que lastima y sufren las mujeres y niñas por la violencia que se ejerce sobre ellas se ve.
Esa invisibilidad efectiva es la que actúa permitiendo que se la ignore, que se la niegue, que se diga que es mentira o invención de ellas y de esa forma se contribuya a que todas las formas de violencia de género sigan impunes y los agresores continúen con sus conductas explicando para sí y para otros como algo que se les fue de las manos, que se excedieron dentro de los que es aceptable y por eso no lo modifican y ni siquiera lo intentan en la mayoría de los casos. Esta aceptación de la violencia de género es lo que no se modifica, esto es lo que no cambia y que en casos de total invisibilidad sean muy graves y constituyan violaciones a los derechos de las mujeres que ni se reconocen.
En esto entran las agresiones que periodistas, escritoras, activistas y mujeres en toda la diversidad identitaria y del colectivo LGBTQI+ vivimos a diario en las redes sociales. La agresividad en estos espacios y la falta de capacidad de defensa frente a esas agresiones es algo que debemos denunciar. Esto se ve en temas muy diversos, como la defensa de la igualdad de género.
El mayor uso de las redes por la pandemia nos mostró el año pasado como cuando, por ejemplo, se anunciaban eventos en los que se hablaba de la ley de interrupción voluntaria del embarazo sistemáticamente nos hackeaban, llegando a impedir o interrumpir reuniones. Hubo que desarrollar la capacidad de control, así fue como las mujeres aprendimos el manejo tecnológico que no teníamos.
La agresión en redes sociales es algo que queda impune, difícil de prevenir ni de defender y menos de denunciar efectivamente. Hay que ser muy fuertes y resistentes para bancar estas agresiones a nivel individual.
Pero además padecemos sanciones, como cierre de cuentas sin explicación alguna que nos incomunica, algo mucho mas grave. A FEIM, la ONG que presido, por ejemplo, nos cerraron las cuentas en una importante red y cuando pedimos explicaciones dijeron “no cumplimos sus normas”, revisadas esas normas no habíamos incumplido ninguna, apelamos y contestaron que no modificaban su decisión. Frente a esto supusimos que fue por denuncias recibidas, ya que sabemos que eso ocurrió en otros casos.
¿Como se defienden las personas o instituciones frente a esta agresión? Es un atentado contra la libertad de expresión, oculto en la relación usuario/prestador. Es algo que no podemos callar. Mientras las redes de trata y pedófilos están indemnes, quienes defendemos derechos básicos somos eliminadas. Las empresas pasan a ser cómplices de los grupos que comenten delitos y violan el derecho a la libertad de expresión. Es el mundo al revés que decía María Elena Walsh.