Florencia Sáez Benito recibió algo de educación sexual en el colegio católico que frecuentó en Buenos Aires, pero no toda la que le hubiera gustado, admite. Los profesores le explicaron cómo poner un condón, le mencionaron la existencia de un par de métodos anticonceptivos, hablaron de menstruación solo con las alumnas y de masturbación solo con los chicos.
Sus padres tampoco se mostraron muy abiertos sobre el tema, revela esta estudiante de derecho de 24 años. “Cuando te presentan un tema rodeado de secretismo, sientes vergüenza y te limitas a la hora de preguntar. Es un círculo”, dice. No le quedó más remedio que buscar por su cuenta información en internet y en los libros. “Pero otros no buscan. Los embarazos tempranos son algo muy frecuente, incluso en mi entorno, en una escuela de clase medio-alta”.
En 2017, el 13% (alrededor de 94.000 sobre un total de más de 704.000) de los nacidos vivos en Argentina vinieron al mundo de mujeres menores de 20 años, según los últimos datos de la Dirección de estadísticas e información de salud(DEIS). Pese a un leve descenso en los últimos años, el promedio es aún elevado: 258 por día. Aunque la mayoría de las madres tuvieran entre 15 y 19 años, cerca de 2.500 bebés nacieron de menores de 15 años. Entre las menores de 14 años, los nacimientos fueron 506. Fue la única franja de edad en presentar un ligero incremento en valores absolutos (en 2016, fueron 468). Siete de cada diez embarazos adolescentes no son planeados.
Sáez Benito lleva unos meses en la Red nacional de jóvenes y adolescentes para la salud sexual y reproductiva, una plataforma integrada por personas de distintas zonas del país, para ayudar a sus coetáneos a estar más informados sobre sus derechos. “Pese a que Argentina cuente con una Ley de Educación Sexual Integral muy avanzada, no se aplica y hay muchos padres y profesores que se resisten. Lo mismo ocurre con los médicos, que a veces se muestran reacios a dar información. Se sigue demonizando a la mujer que quiere disfrutar libremente de su sexualidad, pero al mismo tiempo se le achacan todas las responsabilidades de tomar precauciones, porque si se queda embarazada, es un problema suyo”.
La simple experiencia de comprar condones puede ser muy diferente para chicos y chicas. “En cuanto varón, cis, hetero, me sonríen. Es la típica visión impuesta por el patriarcado: si eres un hombre, eres un ganador; mientras que una mujer es una fresca”, cuenta Santiago Rodríguez, otro voluntario de la red, de 19 años. “En varias ocasiones mis amigas me han pedido que fuera a comprar preservativos por ellas, por vergüenza o por miedo a ser juzgadas”.
Rodríguez vive en Buenos Aires, donde estudia ingeniería del sonido. Él también recibió clases de educación sexual cuando cursaba la escuela secundaria, pero lamenta que fueran enfocadas meramente al aspecto biológico de la reproducción. “No se habló de consentimiento, de diversidad de género, ni de violencia…”, se queja.
Hablar de sexo en su casa nunca fue un problema, pero sabe que no todos sus coetáneos tienen la misma suerte. “Entre mis amigos, hay algunos que no han revelado a sus padres su orientación, otros están muy desinformados. Es cierto que todos tenemos acceso a internet, pero circula por ahí mucha información errónea. Y en los centros de salud a veces te miran mal o te piden que vayas acompañado de un adulto. Lo más importante para revertir esta situación es que se cumpla la Ley de Educación sexual y facilitar el acceso a métodos anticonceptivos”.
“El embarazo adolescente es uno de los grandes indicadores de inequidad. Cuanto más pobre es un lugar, más embarazos tempranos y todos los riesgos asociados: mortalidad materna, vulnerabilidad, reproducción del ciclo de pobreza, fracaso escolar”, señala Fernando Zingman, especialista de salud de Unicef Argentina. Los embarazos tempranos, según el experto, afectan la trayectoria educativa en doble sentido: por un lado, las chicas que no cursan estudios secundarios están expuestas a un mayor riesgo y, por el otro, la gestación incide en la decisión de abandonar los pupitres.
No existe un perfil único de madre adolescente, según Zingman. “Las más pobres son las más vulnerables. Las que dejan de asistir a la escuela. No es una cuestión vinculada con convicciones culturales o ancestrales. Se trata más bien de falta de acceso a recursos de salud”, dice. “También existe asimetría de poder en las relaciones entre chicos y chicas, sobre todo entre las menores de 15 años, por falta de información o porque no accedieron a educación sexual integral. Estas circunstancias se dan especialmente en parejas con mucha diferencia de edad”. Sin embargo, el especialista en salud reconoce que en los últimos años se ha avanzado en facilitar el acceso a métodos anticonceptivos y han caído algunos tabúes a la hora de hablar de sexualidad juvenil, con el apoyo de iniciativas lanzadas desde el Gobierno.
En 2017, los Ministerios de Salud, Educación y Desarrollo Social pusieron en marcha el Plan nacional de prevención del embarazo no intencional en la adolescencia (Plan ENIA) en 12 provincias de las 24 que componen el país. Entre otros objetivos, el programa se plantea hacer efectiva la implementación de la educación sexual integral en las escuelas; facilitar información sobre métodos anticonceptivos; detectar posibles abusos sexuales; así como ofrecer asesoramiento en los servicios de salud y en las escuelas secundarias.
“Las metas son muy ambiciosas, pero hemos tenido una muy buena respuesta”, según Gabriel Castelli, de la Secretaría nacional de niñez, adolescencia y familia. Unos 39.000 chicos y chicas, estima, ya han pasado por las asesorías organizadas en las escuelas. “El desafío que tenemos por delante es que todo este esfuerzo se plasme en una política pública. En la práctica, el Plan se hace realidad solo cuando la provincia lo asume como propio. No se trata solo de poner una firma para poner en marcha el programa, sino que estamos hablando de decisiones concretas y de destinar fondos”, continúa. “Pase lo que pase en las próximas elecciones presidenciales —que se celebrarán a finales de este año—, espero que se mantenga el Plan. Habrá que ver si con la crisis económica se dará seguimiento a las actividades de formación y sensibilización”.
Derribando mitos
“Desde hace años trabajamos en programas de prevención de embarazos no intencionales. Pero para hacerlo hay que desmitificar algunas ideas. Tener un hijo en la adolescencia es un compromiso que limita de manera real las posibilidades de un adolescente”, sostiene Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM). “Nos preocupan en especial los embarazos no planificados entre menores de 15 años, porque las chicas de esta edad no deciden. Tienen relaciones porque son manipuladas y abusadas, no tienen capacidad de consentimiento”.
La médica asegura que ha habido avances en los últimos años, pero aún existen numerosos obstáculos. Uno de ellos es la resistencia por parte de personales médicos en promover anticonceptivos como implantes y DIU a adolescentes o a practicar el aborto en casos de violación. La experta denuncia también el incumplimiento de la Ley de Educación Sexual Integral en las escuelas en algunas provincias del país.
El reciente debate sobre el aborto ha vuelto a traer encima de la mesa el tema de la formación. “Todos coinciden en la importancia de la educación sexual integral, pero no estamos hablando de lo mismo. Algunos la idealizan y hay movimientos en contra como Con mis hijos no te metas que arremeten en toda la región. Este ruido no tiene la capacidad de frenar los avances. La mayoría de personas reclama su derecho a informarse”.
LA SEGUNDA REGIÓN EN EL MUNDO POR EMBARAZOS ADOLESCENTES
La tasa de embarazo adolescente en América Latina y el Caribe se mantiene como la segunda más alta del mundo, superada únicamente por la de África subsahariana. Aunque el índice de fecundidad general de las mujeres de la región ha bajado en las últimas décadas, los embarazos de aquellas entre 15 y 19 años han ido en aumento, así como entre menores de 15 años. En total, dos millones de niños nacen de madres adolescentes en América Latina y el Caribe, el 15% de todos los embarazos registrados.
“Las cifras ocultan las desigualdades”, explica desde Panamá Alejandra Trossero, especialista regional en adolescentes y VIH/Sida para América Latina y el Caribe de Unicef. “Hay que derribar las barreras de acceso a la sanidad, mejorar la prevención de los embarazos no deseados y conseguir que las madres adolescentes no abandonen los estudios”.
Uno de los puntos cruciales que abordar es, según la experta, el de las uniones tempranas. “A veces reflejan el deseo de ser autónomas y una salida del contexto en el que están sumidas. Además de fomentar la educación, sobre todo de las niñas en las zonas marginales, se necesitan sistemas legales que limiten estos matrimonios. Estos cambios necesitan tiempo para cambiar normas sociales y culturales muy instaladas. Hay que desmitificar, por ejemplo, que las uniones tempranas pueden traer beneficios a las familias.
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