Comunidad “Tengo miedo”. Cómo acompañar a una amiga que atraviesa una relación violenta

La Nación, 9 de febrero de 2021

“Me tiene amenazada de muerte. Por eso tengo miedo amiga”. “Estoy temblando. No me respondas nada de lo que te digo. Me re cagó a palos mal. Y esta vez fue muy posta”. “Siete meses me pegó. Me callé siempre. Hasta que me vi muerta. Por eso lo denuncié”. Estos estremecedores mensajes se volvieron virales en las últimas horas y son solamente algunos de los que Úrsula Bohillo le envío a sus amigas antes de ser asesinada a puñaladas en la ciudad bonaerense de Rojas. Tenía 19 años y fue víctima de femicidio.

Junto a los reclamos de Justicia, en las redes sociales también se multiplicaron los mensajes haciendo alusión a la importancia de prevenir, de llegar a tiempo, de cortar el círculo de la violencia antes de que sea demasiado tarde. Con frecuencia, chicas y chicos sospechan o tienen la certeza de que una amiga está atravesando un noviazgo violento. Sin embargo, muchas veces no saben cómo intervenir, a quién pedirle ayuda o cómo encarar la charla. Incluso, como la violencia suele ir escalando, pueden faltarles las herramientas para detectar las primeras señales de alerta o la información para entender que los maltratos van mucho más allá de los golpes. Eso, sumado a la frustración que genera que la chica niegue la situación, se enoje o busque alejarse de quienes quieren protegerla, puede terminar haciéndoles bajar los brazos.

En ese sentido, las especialistas consultadas por LA NACION subrayan que aunque cada vez hay más conciencia sobre qué implica la violencia de género y la necesidad de intervenir a tiempo, no siempre es fácil que las jóvenes que están en esa situación puedan entender que eso nunca es amor. El apoyo y la contención de los pares es uno de los sostenes más importantes para las víctimas, ya que las amigas y amigos suelen ser los primeros en detectar los maltratos. Por eso, conocer cómo actuar resulta indispensable y saber leer los signos de la violencia es el primer paso.

Agustina Ruiz Lezcano lo vivió en carne propia. “Llegó al colegio con marcas de apretones en los brazos y eso fue la gota que rebalsó el vaso”, recuerda sobre la primera vez que tomó conciencia de que una amiga, Luz, estaba en un noviazgo violento y necesitaba ayuda. Las chicas tenían 15 años y Matías, el novio de Luz, dos más. De a poco, la había ido encerrando en un círculo vicioso de control, manipulación, baja autoestima y aislamiento. Desbordada por la situación, Agustina decidió contarle a los directivos de su colegio lo que estaba pasando sin consultarlo con Luz. Cuando el gabinete psicológico llamó a la joven a una reunión, su accionar dejó mucho que desear: la revictimizaron y le dijeron que su amiga les había transmitido la situación. No solo se provocó un distanciamiento entre las adolescentes, sino que el noviazgo siguió.

En palabras de María Böhmer, médica psiquiatra y coordinadora del Programa Jakaira de la Fundación Kaleidos en el Valle de Traslasierra, un noviazgo violento es una relación donde hay una asimetría de poder y un uso y abuso de esa asimetría. Se manifiesta, entre otras situaciones, en una mujer oprimida porque no puede vestirse como quiere, no puede hacer lo que tiene ganas, no se anima a decir lo que piensa o siente y puede llegar a tener relaciones sexuales sin consentimiento. Nayla Procopio, coordinadora de la Red Nacional de Adolescentes y Jóvenes para la Salud Sexual y Reproductiva de la Fundación para el Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), suma que aunque aún muchos jóvenes creen que los celos son sinónimo de amor o de cuidado, son un símbolo de violencia, posesión y control. Subraya que es muy importante estar atentos cuando en el noviazgo se empiezan a manifestar lo que denomina “medios de verificación de la palabra” o “pruebas de verdad”, como, por ejemplo, que el novio pida que le manden una foto para corroborar con quién está o qué está haciendo la chica, que le pida la ubicación en tiempo real o sus contraseñas.

“En las redes tratan de controlar el tipo de contenido que su novia comparte, le piden que borren las fotos que no les agradan, preguntan por qué tal o cual les pone ‘me gusta’ o les hacen eliminar a otros chicos de sus seguidores”, detalla Procopio. Böhmer agrega que las víctimas de violencia pueden presentar síntomas como cambios en el rendimiento escolar y en la posibilidad de concentrarse, dejar de frecuentar los lugares a donde iban siempre, abandonar actividades o hobbies y tener fluctuaciones en el estado de ánimo y en la personalidad.

En el caso Luz −su nombre fue cambiado para preservar su identidad−, había comenzado a alejarse poco a poco de su círculo más cercano. Al principio, sus amigas la veían con menos frecuencia y luego solamente si en las juntadas estaba presente el novio. Evitaba hablar de ciertas cosas, como por ejemplo, de otros chicos. Empezó a vestirse con prendas sueltas y varios talles más grandes porque a Matías no le gustaba la ropa que usaba. Dejó de salir a bailar, de animarse a tener experiencias nuevas y todo pasaba por el consentimiento del chico. Le revisaba el teléfono y cada vez eran más frecuentes las desmesuradas escenas de celos en público que incluían gritos, zamarreos y empujones. La adolescente quería cortar relaciones con cualquier persona que le planteara lo problemático que era su noviazgo.

En ese entonces, sin saber cuáles eran las características de un noviazgo violento, las primeras reacciones de Agustina y sus amigas fueron el enojo y la queja. No entendían por qué la joven no quería juntarse con ellas, pasaba todo el día con el teléfono y mostraba falta de interés. “La escuela no nos educó para detectar cuándo alguien te está violentando y cuándo no”, se lamenta Agustina.

Los sí y los no

Agustina está por recibirse de Licenciada en Psicología en la Universidad de Buenos Aires y sueña con especializarse en temáticas de género. Por sus vivencias hoy puede reconocer que aunque había ciertas cosas en la relación de Luz y Matías que le hacían mucho ruido, en ese momento no terminaba de identificar que eso era violencia.

Años después, le tocó ser testigo de otro noviazgo violento cuando Camila, una amiga de entonces 21 años, empezó una relación con un hombre que a la vista de todos parecía amable y simpático, pero que en la intimidad maltrataba a su pareja. “La manipulaba, no la dejaba ejercer control sobre sus gastos a pesar de que era independiente, la aislaba, la humillaba y no ejercía la paternidad de la nena que habían tenido juntos”, relata la joven. Primaba la violencia psicológica, una de las más frecuentes e invisibilizadas que existen. Procopio explica que consiste, entre otras cosas, en atacar el autoestima de la mujer, en pronunciar frases como “no sos nada” o “nadie más te va a querer” y en amenazas.

Esa vez, a la hora de actuar, Agustina contaba con los consejos que una referente feminista le había dado. Le dijo que la mejor forma de acercarse a una amiga aislada en un noviazgo violento era sin presión, sin juzgarla, evitando hablarle constantemente del tema y tratando de escucharla. Eso hizo Agustina. “No voy a negar que por dentro te llenas de rabia y enojo cuando escuchas a alguien que querés contarte cómo es violentada, pero es lo más humano que podemos hacer”, sostiene. Finalmente, su amiga decidió buscar ayuda terapéutica y pudo terminar la relación. A pesar de las recaídas, Agustina la abrazó en cada crisis de angustia y contuvo a la beba que era testigo de los maltratos dentro del hogar.

¿Cuáles son las principales sugerencias de los especialistas para quienes buscan ayudar a quien atraviesa un noviazgo violento? Estas son algunas de las claves:

Estar cerca: El punto de partida es entender que alejarse en un momento tan crítico es dejar a la víctima sin ningún sostén para tratar de abandonar ese círculo vicioso. “Tenes que decirle que cuenta con vos, que la extrañas, adaptar alguna salida para cuando ella pueda, si no pueden verse hablar por WhatsApp o la red social que usen. Estar ahí y demostrar que confías y que si está en una situación de violencia o si necesita ayuda, vos la podes ayudar”, aconseja Procopio.

Empatizar: Aunque saber que una amiga o un familiar está en una relación violenta y no puede salir genera impotencia y enojo, es fundamental entender que la persona no está en esa situación porque quiere. “Por definición un noviazgo violento genera aislamiento y negación, y para salir es muy importante estar acompañada”, amplía Böhmer.

No culpar: Es clave no culparla por estar en esa relación y creerle aunque nos manifieste la ambigüedad de amar a esa persona. “Si cuando tu amiga te cuenta vos decís: ‘No, no puede ser, fulanito es recopado, te recuida, te estás haciendo la cabeza’, ella se va a sentir menos acreditada para poder compartirlo y eso es un factor que va a provocar el distanciamiento de su círculo porque no le creen”, detalla Procopio.

Nunca subestimar: Si nos están contando una situación de violencia verbal o si escuchamos que alguien se siente mal porque su novio no para de criticarla, Agustina sugiere hablarlo con seriedad “porque es muy importante detectar los primeros pasos de la violencia”.

Subirle la autoestima: Las amigas también pueden funcionar como un agente empoderador. Procopio subraya que en los noviazgos violentos se ataca mucho la autoestima. “Si alguien está en un vínculo de este tipo, es probable que se sienta con la autoestima más baja, entonces vos como amiga que la conoces estás ahí para recordarle quién es o explicarle que ella puede volver a tomar las riendas, que puede separarse, que puede pedir ayuda, que no está sola”, afirma la integrante de FEIM.

No presionar: Para las referentes, no presionar a la víctima es otra de las claves para no alejarla. “No debemos obligar a nadie a salir de esa relación ni a ir a terapia. Es necesario respetar los tiempos de la persona que tenemos al lado”, dice Agustina. El “apoyo sin presión”, es para ella una de las claves.

Evitar anticiparse: “No hay que anticiparse ni ponerle más palabras a la situación de lo que la adolescente le puede poner”, indica Böhmer. Tiene que producirse un cambio para poder romper con el círculo de la violencia y que las víctimas mantengan el distanciamiento, sostengan la denuncia en caso de que la hagan y se retiren de la relación.

Nunca exponer: Es fundamental no exponer a la chica ante otras personas. “No vas a salir a contarle a todo tu curso que tu amiga está sufriendo violencia y pedir que entre todos intervengan. En tu ánimos de ayudar la podes dejar expuesta con algo que quizás no tenga ganas de compartir con alguien que no es de su confianza”, reflexiona Procopio. Respecto a los “escarches” en redes sociales, señala que “son complicados, porque aunque parezca anónimo, para la persona que es tu amiga y el círculo cercano no lo es”. En ese sentido, subraya que lo ideal es no exponer para no revictimizar a alguien que, además de la violencia por parte de su pareja, puede sufrir otra mediática y simbólica. Sin embargo, agrega: “Si está consensuado, puede llegar a servir. Por ejemplo, si mi amiga está de acuerdo con que yo difunda su caso como una forma de protegerla, puede ser un modo válido de pedir ayuda, de que sienta que se reconoce lo que le está pasando”.

Pedí ayuda: Siempre que la situación te desborde o tengas dudas sobre cuáles son los mejores pasos a seguir para proteger a su amiga, no dejes de pedir ayuda. En la línea 144 pueden brindarte asesoramiento de forma anónima y gratuita. Atiende las 24 horas, los 365 días del año.

Más información

La Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM) es una organización no gubernamental que integran profesionales especialistas en género para mejorar la condición social, laboral, educacional, legal, política, económica y de salud de mujeres, niñas, adolescentes y jóvenes. Cuenta con la RedNac, un espacio para que organizaciones y grupos de jóvenes de todo el país, que trabajan en temas de derechos humanos y de salud, se capaciten y compartan experiencias para promover los derechos de las y los adolescentes y jóvenes.

La Fundación Kaleidos cuenta con Jakairá, un programa de atención gratuita que desarrolla e implementa estrategias integrales de trabajo con adolescentes en general y específicamente con aquellos que son madres y padres y sus hijos e hijas, en el marco de un abordaje interdisciplinario y del cumplimiento de derechos.